jueves, 4 de noviembre de 2010

Asunción Silva: Los maderos de San Juan

Muchos recordarán, de cuando eran ninos en edad escolar, jugando a la hora del recreo en la escuela, haber entonado alguna vez aquella canción  “- Aserrin, aserrán, los maderos de San Juan. Piden pan, no les dan, piden queso....”. Aquellos inocentes versos – con seguridad más inocentes que muchos que hoy se entonan – eran comúnes en los juegos escolares de otras épocas no tan lejanas antes de la llegada de los discos DVD y el Internet.

Aserrín aserrán es una vieja canción popular española propia de la noche de San Juan (que se conmemora un día como hoy - en vísperas del 24 de junio) y que acompaña a un juego que se realiza entre niños y adultos mientras las hogueras son encendidas) y que acompaña un juego que se realiza con los niños pequeños. Esta vieja canción forma parte de una tradición española, pero en su forma más conocida en Latinoamérica, en su versión más popular, nos viene de la pluma de un gran poeta colombiano José Asunción Silva nacido en 1865, uno de los más importantes escritores de la primera generación de escritores modernistas. El poema en sí es una curiosa mezcla de poesía en dos métricas, el cual transmite la angustia velada que pueda sentir cualquier padre o cualquier abuelo cuando juega con sus niños pensando en lo qué será de ellos y en lo que les pueda deparar la vida, dándonos a entender la importancia de disfrutar el presente mientras haya un presente que se pueda apreciar y disfrutar en compañía de algún ser querido, porque el mañana nunca sabemos lo que nos traerá.
 
Los maderos de San Juan
José Asunción Silva

¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Los de triqui,
triqui, tran!

Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño,
y ambos agitados y trémulos están;
la abuela le sonríe con maternal cariño,
mas cruza por su espíritu como un temor extraño,
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño,
los días ignorados del nieto guardarán.

Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan.
¡Triqui, triqui,
triqui, tran!

Esas arrugas hondas recuerdan una historia
de sufrimientos largos y silenciosa angustia,
y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia,
y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron
de cosas y seres que nunca volverán.

Los de Roque, alfandoque
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,
lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,
del nieto a la memoria, con grave son que encierra
todo el poema triste de la remota infancia
cruzando por las sombras del tiempo y la distancia,
¡de aquella voz querida las notas vibrarán!

Los de Rique, alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño,
y ambos conmovidos y trémulos están;
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño,
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño,
los días ignorados del nieto guardarán.

¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Los de triqui,
triqui, tran!