jueves, 29 de enero de 2009

Amado Nervo: En paz

Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo, mejor conocido como Amado Nervo, nació en Tepic, Nayarit, el 27 de agosto de 1870, y su vida estuvo marcada por la tragedia. Su padre murió en 1879 cuando apenas tenía nueve años de edad, tras lo cual posteriormente se suicidó su hermano Luis, desapareciendo de su vida su gran amor Ana Cecilia en 1912. En 1894 fundó una revista de renovación artística, “Revista azul”, junto a Manuel Gutiérrez Nájera, y en 1896 apareció su primera obra, “El bachiller”, con rasgos naturalistas. En 1898 echó a andar la “Revista moderna”, en colaboración con Jesús Valenzuela, y el mismo año dió a conocer al mundo “Perlas negras” y “Místicas”, considerados poemas modernistas. Este último estilo se refuerza con el contacto con Rubén Darío y Leopoldo Lugones, con quienes inicia una estrecha vinculación, durante su viaje a París, realizado como corresponsal del diario “El Mundo”, a la Exposición Universal. En esa época publicó un libro de poesías: “El éxodo y las flores del camino” (1902), y allí conoció a quien sería la musa de los poemas contenidos en “La amada inmóvil”, publicados en 1922 luego de su muerte, Ana Cecilia Luisa Daillez. Ingresó en 1905 al mundo diplomático como Secretario de la Embajada de México en Madrid, suspendiéndose su carrera diplomática entre 1914 y 1918, a causa de la Revolución Mexicana, para retomarla en ese último año como Ministro Plenipotenciario en Argentina y Uruguay, cargo que ocupó hasta su muerte acaecida en Montevideo el 24 de mayo de 1919. Posteriormente, sus restos fueron trasladados a México en donde descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Su poema breve “En paz” es un agradecimiento a la vida pese a los golpes recibidos.





En paz
Amado Nervo

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!