jueves, 11 de noviembre de 2010

Vinícius de Moraes: Para vivir un gran amor

Vinícius de Moraes, apodado O Poetinha (el pequeño poeta), conocido también como el “blanco más negro del Brasil” (o branco mais preto do Brazil) como a él mismo le gustaba definirse, fue una figura capital en la música popular brasileña contemporánea. Su nombre completo era Marcus Vinícius da Cruz de Melo Morais, nació y murió en Río de Janeiro, y como poeta escribió escribió la letra de un gran número de canciones que se han convertido en clásicas. Además de ser el autor de la famosísima Orfeu da Conceição (una adaptación en forma de pieza musical del mito griego de Orfeo, transportado a la realidad de las favelas de Rio de Janeiro) y creador del estilo musical bossa nova, compaginó incansablemente la diplomacia, la música y la literatura. Su poesía permite reconocer dos etapas en su sensibilidad lírica: la primera de total adhesión al cristianismo, con una concepción espiritualista religiosa y mística;  la segunda, de constante aproximación al mundo material, en la que reniega del idealismo anterior. Él mismo dijo que había evolucionado “en el sentido de la liberación de los prejuicios y los hastíos propios de su clase social y del ambiente en que había vivido”.

Siendo un brasileño y habiendo escrito sus poemas en Portugués, la apreciación de su obra nunca podrá ser tan buena cuando sus versos son traducidos al Castellano, de la misma manera en que las letras de las canciones de los Beatles o la prosa de Shakespeare pierden mucho de su sabor y su rima cuando son sometidas a una traducción. Sin embargo, no todo necesariamente se pierde durante el proceso de traducción, ya que puede sobrevivir la esencia del mensaje cuando el traductor ha hecho un buen trabajo. Y tratándose del Portugués, por ser un idioma con muchas similitudes con el Castellano por razones históricas, la esencia del mensaje puede perdurar al traspasar fronteras entre ambas culturas.

Uno de los poemas más conocidos de Vinícius de Moraes, el cual en Brasil es interpretado con la música de bossa nova que le acompaña, es el que veremos a continuación, el cual se dará primero en su versión traducida al Castellano, y en su versión original para que pueda apreciarse mejor el espíritu de la inspiración nativa del autor.




Para vivir un gran amor
Vinícius de Moraes

Para vivir un gran amor,
se necesita mucha concentración y mucha sensatez,
mucha seriedad y y poca risa - para vivir un gran amor.

Para vivir un gran amor,
es menester ser un hombre de una sola mujer;
pues ser de muchas, ¡vaya! Eso es fácil… 
- No tiene mérito alguno.

Para vivir un gran amor,
primero es preciso consagrarse caballero
y entregarse a su dama por entero, no importa cómo sea.

Hay que convertir el cuerpo
en una morada donde se encierre a la mujer amada
y luego apostarse afuera con una espada- para vivir un gran amor.

Para vivir un gran amor, os cuento,
es necesario prestar atención a los “viejos amigos”,
que por querer acapararnos, pueden estropear el gran amor.

Hay que tener muchísimo cuidado
con cualquiera que no esté enamorado,
pues quien no lo está, está siempre preparado
para fastidiar el gran amor.

Para vivir un gran amor, en realidad,
hay que convencerse de que la verdad
es que no existe amor sin fidelidad - para vivir un gran amor.

Pues quien traiciona su amor por vanidad
es un desconocedor de la libertad,
de esa inmensa, indivisible libertad que trae un sólo amor.

Para vivir un gran amor,
“il faut”, además de ser fiel
ser un buen conocedor del arte culinario y del judo
-para vivir un gran amor.

Para vivir un gran amor perfecto,
no basta sólo con ser un buen sujeto;
es preciso también tener mucho pecho -pecho de remero.
Es preciso mirar siempre a la persona amada
como a la primera novia y a su viuda también,
amortajada en su amor muerto.

Es muy necesario tener preparado
crédito para rosas en el florista
- ¡mucho, mucho más que en la modista! -
para complacer al gran amor.
Pues de lo que el gran amor quiere saber,
es de amor, de amor sin medida;
después, un tutuzinho com torresno es un punto a favor…

También puntúa saber hacer cositas:
huevos revueltos, gambas, sopitas, salsas, strogonoffs
- comiditas para después del amor.
¿Y qué hay mejor que ira a la cocina
y preparar con amor una gallina con una rica y sabrosa farofinha,
para tu gran amor?

Para vivir un gran amor
es muy, muy importante
vivir siempre juntos y hasta ser, en lo posible,
un solo difunto, para no morir de dolor.
Es necesario un cuidado permanente,
no sólo con el cuerpo sino también con la mente,
pues cualquier bajón tuyo, la amada lo siente -
y se enfría un poco el amor.

Hay que ser muy cortés sin cortesía;
dulce y conciliador sin cobardía;
saber ganar dinero con poesía - para vivir un gran amor.
Es necesario saber beber whisky,
(¡con un mal bebedor nunca se arriesgue!)
y ser impermeable al qué dirán, que nada quiere con el amor.
Pero todo esto no sirve de nada,
si en esta selva oscura y desorientada
no se supiese hallar a la amada
-para vivir un gran amor.


Ahora veremos el poema anterior en su versión original tal y como fue creado:


Para viver um grande amor
(versión original en Portugés)
Vinícius de Moraes

Para viver um grande amor,
preciso é muita concentração e muito siso,
muita seriedade e pouco riso —
para viver um grande amor.

Para viver um grande amor,
mister é ser um homem de uma só mulher;
pois ser de muitas, poxa! é de colher…
— não tem nenhum valor.

Para viver um grande amor,
primeiro é preciso sagrar-se cavalheiro
e ser de sua dama por inteiro — seja lá como for.

Há que fazer do corpo
uma morada onde clausure-se a mulher amada
e postar-se de fora com uma espada —
para viver um grande amor.

Para viver um grande amor, vos digo,
é preciso atenção como o “velho amigo”,
que porque é só vos quer sempre consigo
para iludir o grande amor.

É preciso muitíssimo cuidado
com quem quer que não esteja apaixonado,
pois quem não está,
está sempre preparado pra chatear o grande amor.

Para viver um amor, na realidade,
há que compenetrar-se da verdade
de que não existe amor sem fidelidade —
para viver um grande amor.
Pois quem trai seu amor por vanidade
é um desconhecedor da liberdade,
dessa imensa, indizível liberdade que traz um só amor.

Para viver um grande amor,
il faut além de fiel,
ser bem conhecedor de arte culinária e de judô
— para viver um grande amor.

Para viver um grande amor perfeito,
não basta ser apenas bom sujeito;
é preciso também ter muito peito — peito de remador.

É preciso olhar sempre a bem-amada
como a sua primeira namorada e sua viúva também,
amortalhada no seu finado amor.

É muito necessário ter em vista
um crédito de rosas no florista
— muito mais, muito mais que na modista!
— para aprazer ao grande amor.
Pois do que o grande amor quer saber mesmo,
é de amor, é de amor, de amor a esmo;
depois, um tutuzinho com torresmo conta ponto a favor…

Conta ponto saber fazer coisinhas:
ovos mexidos, camarões, sopinhas, molhos, strogonoffs
— comidinhas para depois do amor.
E o que há de melhor que ir pra cozinha
e preparar com amor uma galinha com uma rica e gostosa farofinha,
para o seu grande amor?

Para viver um grande amor
é muito, muito importante
viver sempre junto e até ser, se possível,
um só defunto — pra não morrer de dor.
É preciso um cuidado permanente
não só com o corpo mas também com a mente,
pois qualquer “baixo” seu, a amada sente
— e esfria um pouco o amor.

Há que ser bem cortês sem cortesia;
doce e conciliador sem covardia;
saber ganhar dinheiro com poesia — para viver um grande amor.
É preciso saber tomar uísque
(com o mau bebedor nunca se arrisque!)
e ser impermeável ao diz-que-diz-que —que não quer nada com o amor.
Mas tudo isso não adianta nada,
se nesta selva oscura e desvairada
não se souber achar a bem-amada
— para viver um grande amor.




Otro poema de Vinícius de Moraes traducido al Castellano es el siguiente en el que nos habla de la amistad cuando tenemos necesidad de un amigo, no de un amigo ocasional sino de un verdadero amigo, haciendo honor al refrán que dice “el que encuentra un amigo encuentra un tesoro”:


Se necesita un amigo
Vinícius de Moraes

No es necesario que sea hombre,
basta que sea humano,
basta que tenga sentimientos,
basta que tenga corazón.

Se necesita que sepa hablar y callar,
sobre todo que sepa escuchar.

Tiene que gustar de la poesía,
de la madrugada, de los pájaros, del Sol,
de la Luna, del canto, de los vientos
y de las canciones de la brisa.

Debe tener amor, un gran amor por alguien,
o sentir entonces, la falta de no tener ese amor.
Debe amar al prójimo y respetar el dolor que
los peregrinos llevan consigo.
Debe guardar el secreto sin sacrificio.
Debe hablar siempre de frente y
no traicionar con mentiras o deslealtades.

No debe tener miedo de enfrentar nuestra mirada.
No es necesario que sea de primera mano,
ni es imprescindible que sea de segunda mano.
Puede haber sido engañado,
pues todos los amigos son engañados.
No es necesario que sea puro,
ni que sea totalmente impuro,
pero no debe ser vulgar.

Debe tener un ideal, y miedo de perderlo,
y en caso de no ser así,
debe sentir el gran vacío que esto deja.
Tiene que tener resonancias humanas,
su principal objetivo debe ser el del amigo.
Debe sentir pena por las personas tristes
y comprender el inmenso vacío de los solitarios.
Se busca un amigo para gustar
de los mismos gustos,
que se conmueva cuando es tratado de amigo.

Que sepa conversar de cosas simples,
de lloviznas y de grandes lluvias y
de los recuerdos de la infancia.
Se precisa un amigo para no enloquecer,
para contar lo que se vio de bello y
de triste durante el día, de los anhelos
y de las realizaciones, de los sueños y de la realidad.

Debe gustar de las calles desiertas,
de los charcos de agua y los caminos mojados,
del borde de la calle, del bosque después de la lluvia,
de acostarse en el pasto.
Se precisa un amigo que diga que vale la pena vivir,
no porque la vida es bella, sino porque estamos juntos.

Se necesita un amigo para dejar de llorar.
Para no vivir de cara al pasado,
en busca de memorias perdidas.
Que nos palmee los hombros,
sonriendo o llorando,
pero que nos llame amigo,
para tener la conciencia de que aún estamos vivos.


En cierta forma, Vinícius de Moraes es muy conocido en los países de habla hispana a través de una canción brasileña muy famosa para la cual se utilizó la letra de Vinícius de Moraes y la música del compositor brasileño Antonio Carlos Jobim. En el poema original, los versos decían:


Vinha cansado de tudo, de tantos caminhos
Tão sem poesía, tão sem passarinhos
Com medo da vida, com medo de amar.

Quando na tarde vazia, tão linda no espaço
Eu vi a menina que vinha num passo
Cheio de balanço caminho do mar.


Estas letras para la pieza musical no son muy conocidas ni siquiera en Brasil, y es porque la letra fue cambiada ya que tanto Jobim como Vinicius no estaban conformes con la letra hasta que un día, cuando ambos estaban en el bar Veloso (hoy Garota de Ipanema, en la esquina de Prudente de Morais y Montenegro, actualmente rua Vinicius de Moraes), decidieron rebautizar la canción y dedicar los versos a una muchacha que solía pasar rumbo a la playa:


Olha que coisa mais linda, mais cheia de graça
É ela a menina que vem e que passa
Num doce balanço caminho do mar.

Moça do corpo dourado, do sol de Ipanema
O seu balançado é mais que um poema
É a coisa mais linda que eu já vi passar.


Sí, la canción es La Chica de Ipanema (Garota de Ipanema en Portugués, en Inglés The Girl from Ipanema) una famosísima canción de bossa nova, compuesta en 1962 con la letra de Vinícius de Moraes y la música de Antonio Carlos Jobim. En 1965, Jobim y Vinicius le confesaron a Helô Pinheiro (cuyo verdadero nombre es Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto) que ella había sido la musa inspiradora. Cuando ella se casó, Tom Jobim y su esposa Teresa fueron los padrinos de la boda. Helô es dueña actualmente de una cadena de locales de venta de bikinis llamado Garota de Ipanema. En Revelação: a verdadeira Garota de Ipanema, Vinicius de Moraes escribió que ella era:

“o paradigma do bruto carioca; a moça dourada, misto de flor e sereia, cheia de luz e de graça mas cuja a visão é também triste, pois carrega consigo, a caminho do mar, o sentimento da que passa, da beleza que não é só nossa — é um dom da vida em seu lindo e melancólico fluir e refluir constante.”

que traducido al Castellano dice lo siguiente:

“el paradigma del tipo carioca; una mujer dorada, mezcla de flor y sirena, llena de luz y de gracia pero cuya visión es también triste, pues lleva consigo, camino del mar, el sentimento de lo que pasa, la belleza que no es nuestra — es un don de la vida en su lindo y melancólico fluir y refluir constante.”

Y aunque el autor de la famosísima Orfeu da Conceição fue obra de Vinícius de Moraes, quizá la canción más famosa dentro de dicha obra no fue de autoría suya. En Español esta canción fue popularizada en tiempos recientes por el cantante mexicano Luis Miguel, bajo el título Mañana de Carnaval, la cual podemos escuchar en su versión e imágenes originales de la película en el siguiente enlace de YouTube:

http://www.youtube.com/watch?v=nVkDfnGobmI&NR=1

La música de Manha de Carnaval es de Luiz Bonfá, mientras que la letra es de la autoría de Antônio Maria Araújo de Morais. Por si acaso alguien quiere cantar la melodía al escuchar la música, he aquí las letras:


Manha de Carnaval
Luiz Bonfá

Manha, tao bonita manha
De um dia feliz che chegou!
O sol no ceu surgiu
E em cada cor brilhou.
Voltou o sonho entao
Ao coraçao.

Depois deste dia feliz,
Nao sei se outro dia virá,
E nossa amanha,
Tao bela afinal amanha
De carnaval.

Canta o meu coraçao.
Alegria voltou. Tao feliz
A manha deste amor.

Manha tao bonita manha!
Na vida uma nova cançao,
Cantando só teus olhos,
Teu riso e tuas maos,
Pois ha de haver um dia
Em que virás.

Das cordas do meu violao,
Que só teu amor procurou,
Vem uma voz falar
Dos beijos perdidos
Nos lábios teus.

Canta o meu coraçao.
Alegria voltou. Tao feliz
A manha deste amor.


lunes, 8 de noviembre de 2010

Julio Sesto: Las abandonadas

Hay poemas que para poder ser comprendidos requieren que el que los escucha o el que los lea esté dispuesto a situarse en el entorno de la época en la cual fueron creados.

No hace mucho tiempo, hará hace medio siglo, cuando en México todavía imperaban reglas sociales propias de las clases que se veían a sí mismas como gente de bien, la gente de la buena moral y las buenas costumbres, para una muchacha joven el quedar embarazada sin estar aún casada era poco menos que una enorme tragedia familiar. El desenlace estaba casi predicho en aquellos tiempos: al enterarse el padre de familia que su hija estaba embarazada por un sujeto que se esfumó en cuanto se enteró de que la había embarazado, al enterarse de que su hija había manchado la honra de la familia, entonces la echaba a la calle pese a los ruegos y las súplicas de la madre que pedía de rodillas compasión y piedad para la hija. Una vez echada a la calle, la joven, considerada por la sociedad como una mujer impura, era prácticamente obligada por las circunstancias a dedicarse al único oficio considerado apropiado para ella, consistente en meterse a trabajar a una cantina para atender a la clientela masculina y tomar el camino de la perdición al que debían ser arrojadas y condenadas todas aquellas pecadoras que habían defraudado a sus padres y a la sociedad al convertirse en una de aquellas mujeres fáciles que supuestamente se meten con cualquiera. Era el tema favorito de las telenovelas y muchas películas en blanco y negro de aquella época.

En nuestros tiempos actuales, ya sin la omnipresencia de tantos puritanismos, con una mentalidad mucho más abierta, en nuestros días en los cuales la institución matrimonial ha estado cayendo en desprestigio al ser vista por muchos y muchas más como una especie de condena vitalicia a un infierno inmerecido, en nuestros días en los cuales a las jóvenes madres solteras ya no se les echa a la calle y por el contrario se recibe con alegría la noticia del arribo de un inesperado nietecito a la familia, en nuestros días en los cuales muchos famosos se casan y se divorcian con la misma facilidad con la que se cambian la camiseta, aquellos tiempos puritanos tal vez parecerán inexplicables. Pero hubo una vez en México tiempos así, y de ello nos dá constancia el siguiente poema dedicado a esas muchachas jóvenes que por haberse enamorado y por haber sido abandonadas al enterarse sus seductores que habían quedado embarazadas, lo perdían todo, familia, reputación, hogar, sustento y respeto. El poema es de la pluma de un polígrafo español nacido en Pontevedra, España, en 1879, y el cual dedicó su vida a las letras de México habiendo trabajado como catedrático y como periodista en El Imparcial y en El Mundo hasta su muerte acaecida en la Ciudad de México en 1960, cuya poesía, nostálgica del modernismo, gozó de cierta popularidad.




Las abandonadas
Julio Sesto

¡Cómo me dan pena las abandonadas,
que amaron creyendo ser también amadas,
y van por la vida llorando un cariño,
recordando un hombre y arrastrando un niño!...

¡Cómo hay quien derribe del árbol la hoja
y al verla en el suelo ya no la recoja,
y hay quien a pedradas tire el fruto verde
y lo eche rodando después que lo muerde!

¡Las abandonadas son fruta caída
del árbol frondoso y alto de la vida;
son, más que caída, fruta derribada
por un beso artero como una pedrada!

Por las calles ruedan esas tristes frutas
como maceradas manzanas enjutas,
y en sus pobres cuerpos antaño turgentes,
llevan la indeleble marca de unos dientes...

Tienen dos caminos que escoger: el quicio
de una puerta honrada o el harem del vicio;
¡y en medio de tantos, de tantos rigores,
aún hay quien a hablarles se atreve de amores!

Aquellos magnates que ampararlas pueden,
más las precipitan para que más rueden,
¡y hasta hay quien se vuelva su postrer verdugo
queriendo exprimirlas si aún les queda jugo!

Las abandonadas son como el bagazo
que alambica el beso y exprime el abrazo;
si aún les queda zumo, lo chupa el dolor;
¡son triste bagazo, bagazo de amor!

Cuando las encuentro me llenan de angustias
sus senos marchitos y sus caras mustias,
y pienso que arrastra su arrepentimiento
un niño que es hijo del remordimiento...

¡El remordimiento lo arrastra algún hombre
oculto, que al niño niega techo y nombre!
Al ver esos niños de blondos cabellos
yo quisiera amarlos y ser padre de ellos.

Las abandonadas me dan estas penas,
porque casi todas son mujeres buenas;
son manzanas secas, son fruta caída
del árbol frondoso y alto de la vida.

No hay quien las ampare, no hay quien las recoja
mas que el mismo viento que arrastra la hoja...
¡Marchan con los ojos fijos en el suelo,
cansadas en vano, de mirar al cielo!

De sus hondas cuitas, ni el Señor se apiada,
porque de estas cosas... ¡Dios no sabe nada!
Y así van las pobres, llorando un cariño,
recordando un hombre y arrastrando un niño.


viernes, 5 de noviembre de 2010

Dos poemas populares: No claudiques, A mi hijo

Hay poemas a los cuales no se les puede atribuír a ciencia cierta paternidad alguna, poemas que permanecen como obras de autores anónimos que no quisieron o no pudieron reclamar para si reconocimiento sobre algo que a la postre resultó sumamente inspirador para muchos otros. También hay otros en los que las dudas sobre la autoría provienen de falta de información precisa. Entre estos poemas hay dos que el vernáculo popular en los países del habla hispana ha atribuído al gran poeta británico Rudyard Kipling, aunque para muchos no les sea fácil encontrar las versiones originales en Inglés de las cuales deberían de haber provenido. Pero aunque no haya certeza alguna de que Rudyard Kipling efectivamente haya sido el autor de los poemas que veremos aquí, ello no es razón alguna para que nos privemos de las lecciones y los consejos que encierran de gran valor para la vida diaria. El primero de ellos es conocido como “El cheque por cien mil afanes”, aunque aquí se reproducirá con la traducción al Español del título con el que es conocido en Inglés:


Cuando vayan mal las cosas

Cuando vayan mal las cosas
como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino
sólo cuestas que subir,
cuando tengas mucho haber
pero mucho que pagar,
y precises sonreír
aun teniendo que llorar,
cuando ya el dolor te agobie
y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes
pero nunca desistir.
Tras las sombras de la duda,
ya plateadas ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo,
no el fracaso que temías,
y no es dable a tu ignorancia
figurarse cuan cercano,
puede estar el bien que anhelas
y que juzgas tan lejano,
lucha, pues por más que en la
brega tengas que sufrir.
¡Cuando todo esté peor,
más debemos insistir!
Si en la lucha el destino te derriba,
si todo en tu camino es cuesta arriba,
si tu sonrisa es ansia satisfecha,
si hay faena excesiva y vil cosecha,
si a tu caudal se contraponen diques.
Date una tregua, ¡pero no claudiques!


El poema anterior, en su versión original en Inglés, es el siguiente:


When things go wrong

When things go wrong, as they sometimes will,
When the road you're trudging seems all uphill,
When the funds are low and the debts are high,
And you want to smile, but you have to sigh,
When care is pressing you down a bit-
Rest if you must, but don't you quit.

Life is queer with its twists and turns,
As every one of us sometimes learns,
And many a fellow turns about
When he might have won had he stuck it out.
Don't give up though the pace seems slow -
You may succeed with another blow.

Often the goal is nearer than
It seems to a faint and faltering man;
Often the struggler has given up
When he might have captured the victor's cup;
And he learned too late when the night came down,
How close he was to the golden crown.

Success is failure turned inside out -
The silver tint in the clouds of doubt,
And you never can tell how close you are,
It might be near when it seems afar;
So stick to the fight when you're hardest hit -
It's when things seem worst that you must not quit.


El otro poema también atribuído a Rudyard Kipling es breve pero de gran profundidad:

A mi hijo

Hijo mío :
Si quieres amarme bien puedes hacerlo
tu cariño es oro que nunca desdeño.
Más quiero que sepas que nada me debes
soy ahora el padre, tengo los deberes.
Nunca en las angustias de verte contento
he trazado signos de tanto por ciento.
Más ahora mi niño, quisiera avisarte
mi agente viajero llegará a cobrarte.
Será un niño tuyo, gota de tu sangre,
te presentará un cheque de cien mil afanes.
Llegará a cobrarte, y entonces mi niño
como un hombre honrado
a tu propio hijo deberás pagarle.


jueves, 4 de noviembre de 2010

Rubén C. Navarro: El Cristo de mi cabecera

No hay nada más duro que aquellas pruebas que hacen que en ciertos momentos de la vida los hombres pierdan la fé. Algunos tal vez la vuelvan a recuperar tiempo después, quizá cuando hayan pasado muchos años, mientras que para otros ya no habrá más esperanza en su futuro. Este es el retrato que nos describe el poeta, escritor y político mexicano Rubén C. Navarro, nacido en Michoacán en 1894, en su poema titulado “El cristo de mi cabecera”, de profundidad tan dramática que le mereció una película precisamente con ese mismo título filmada en el año de 1950 como parte de la Edad de Oro del Cine Mexicano en el pueblo de Tangancícuaro bajo la dirección de Ernesto Cortazar.





El Cristo de mi cabecera
Rubén C. Navarro

Cuando estaba solo... solo en mi cabaña,
que construí a la vera de la audaz montaña,
cuya cumbre, ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes... y tocar el cielo;
cuando sollozaba con el desconsuelo
de que mi Pastora - más que nunca huraña-
de mi Amor al grito nada respondía;
cuando muy enfermo de melancolía,
una voz interna siempre me decía
que me moriría
si su almita blanca para mí no fuera,
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque me quisiera...!
¡porque me quisiera...!
....................................
Cuando nos unimos con eternos lazos
y la pobrecita me tendió sus brazos
y me dio sus besos y alentó mi Fe;
cuando en la capilla de la Virgen Pura
nos bendijo el Cura
y el encanto vino y el dolor se fue...;
cuando me decía,
loca de alegría,
que su vida toda para mí sería...
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque prolongara nuestra Primavera...!
...¡Porque prolongara nuestra Primavera...!

Cuando sin amparo me dejó en la vida
y en el pobre lecho la miré tendida;
cuando até sus manos, que mostraban una
santa y apacible palidez de luna
y corté su hermosa cabellera bruna,
que en el fondo guardo de mi viejo arcón;
cuando, con el alma rota en mil pedazos,
delicadamente la tomé en mis brazos
para colocarla dentro del cajón;
cuando muy enfermo de melancolía,
una voz interna siempre me decía
que ya ¡nada! me consolaría,
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque de mis duelos compasión tuviera...!
...¡porque de mis duelos compasión tuviera...!
..............................................
Hoy que vivo solo... solo, en mi cabaña,
que construí a la vera de la audaz montaña.
cuya cumbre ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes y besar el cielo;
hoy que por la fuerza del Dolor, vencido,
busco en mi silencio mi rincón de Olvido;
mustias ya las flores de mi Primavera;
triste la Esperanza y el Encanto ido;
rota la Quimera,
muerta la Ilusión...
...¡Ya no rezo al Cristo de mi cabecera...!
¡Ya no rezo al Cristo ... que jamás oyera
los desgarramientos de mi corazón...!

Vital Aza: La muñeca

Un poema que suele estremecer incluso a aquellos que no suelen manifestar muchas emociones es el siguiente poema que nos viene de Vital Aza, un escritor español del género cómico con una obra bastante extensa, aunque la profundidad de la tristeza de su poema que vamos a leer no tiene absolutamente nada de humorístico, y por el contrario, puede sacudir varias conciencias quienes no se han percatado bien de todas las cosas que pasan a su alrededor, que no se han percatado que hay muchos desamparados que por esas cosas de la vida carecen de todo lo que otros hemos recibido con abundancia:



La muñeca
Vital Aza

En una noche de invierno
Una niña pordiosera
Con los pies casi desnudos
Y las manecitas yertas,
Cubriendo a modo de manto
Con su falda la cabeza,
Y sin temor a la lluvia
Que cada vez más arrecia,
Contempla extasiada y triste
El interior de una tienda,
Que por su gusto en juguetes
Es de todas la primera.

¿Qué haces ahí? Le pregunta con voz desabrida y seca un dependiente,
empujando a la niña hacia la acera,
déjeme usted, es que estaba mirando esa muñeca.
Ah, ya, retírate pronto Y deja libre la puerta.
¿Dígame usted... ¿cuesta mucho?
¿Quieres marcharte chicuela?
Será muy cara, ¿verdad?
¡Lo que es que si yo pudiera! Los demonios con la chica
Pues no puede comprarla ella.
¡Lárgate a pedir limosna!
La muñeca que te gusta cuesta un duro, conque fuera!
Marchóse la pobrecita
Ocultando su tristeza.
En vano pide limosna,
Ninguno escucha sus quejas
Y desfallecida y triste,
Cruza calles y plazuelas
Recordando en su amargura
La tentadora muñeca.

Caballero, una limosna
A esta pobrecita huérfana,
¡Quítate que voy de prisa!
¡Por Dios, señor, aunque sea un céntimo tengo hambre...
¡Pobre niña! ¡Me das pena! ¡Toma!
pero señor, si es un duro!
no le hace, te lo doy para que tengas
esta noche buena cama y buena cena!
deje usted que le bese la mano!
quita chicuela,
un duro, estoy contenta, ¡No Será falso! ¿Verdad?
¿Cómo muchacha, tú piensas?
No señor, dispense usted!
Pero, vamos, la sorpresa...
¡Si me vuelvo loca de alegría!
Que dios le premie en el mundo
Y le dé la gloria eterna

Y apretando entre sus manos
Convulsiva la moneda,
Corrió por las calles abajo
Veloz como una saeta.
Otro día se comentaba en la prensa
El hecho de haber hallado
En el quicio de una puerta,
El cadáver de una niña
Abrazada a una muñeca.


Hnos. Álvarez Quintero: Era un jardín sonriente

 En raras ocasiones, una buena obra o una buena composición suele ser el fruto no de una sola persona sino de dos, y esto incluye también a la poesía. Dos hermanos inseperables, los cuales destacaron en España como comediógrafos, fueron los hermanos Álvarez Quintero, Joaquín y Serafín; sus obras han sido traducidas a todos los idiomas y sus autores gozaron en vida de innumerables homenajes. Los restos de ambos reposan hoy en el cementerio de San Justo de Madrid. Aunque menos conocidos por sus obras poéticas, de ellos nos viene el siguiente poema repleto de metáforas propias de la vida misma:




Era un jardín sonriente
Joaquín y Serafín Álvarez Quintero

Era un jardín sonriente;
era una tranquila fuente
de cristal;
era, a su borde asomada,
una rosa inmaculada
de un rosal
Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero
del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro
para él.
A la orilla de la fuente
un caballero pasó,
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.
Y al notar el jardinero
que faltaba en el rosal,
cantaba así, plañidero,
receloso de su mal:
-Rosa la más delicada
que por mi amor cultivaba
nunca fue;
rosa la más encendida
la más fragante y pulida
que cuidé;
blanca estrella que del cielo,
curiosa de ver el suelo,
resbaló;
a la que una mariposa
de mancharla temerosa
no llegó
¿Quién te quiere? ¿Quién te llama
por tu bien o por tu mal?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?
¿Tú no sabes que es grosero
el mundo? ¿Qué es traicionero
el amor?
¿Qué no se aprecia en la vida
la pura miel escondida
en la flor?
¿Bajo que cielo caíste?
¿a quién tu tesoro diste
virginal?
¿En que manos te deshojas?
¿Qué aliento quema tus hojas
infernal?
¿Quién te cuida con esmero
como el viejo jardinero
te cuidó?
¿Quién por ti sola suspira?
¿Quién te quiere? ¿Quién te mira
como yo?
¿Quién te miente que te ama
con fe y con ternura igual?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?
¿Por qué te fuiste tan pura
de otra vida a la ventura
o al dolor?
¿Qué faltaba a tu recreo?
¿Qué a tu inocente deseo,
soñador?
En la fuente limpia y clara,
espejo que te copiara
¿no te di?
Los pájaros escondidos,
¿no cantaban en sus nido
para ti?
Cuando era el aire de fuego,
¿no refresqué con mi riego
tu calor?
¿No te dio mi trato amigo
en las heladas abrigo
protector?
Quién para sí te reclama,
¿te hará bien o te hará mal?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?
Así un día y otro día
entre espinas y entre flores,
el jardinero plañía,
imaginando dolores,
desde aquel en que a la fuente
un caballero llegó
y la rosa dulcemente
de su tallo separó…

Amado Nervo: La raza de bronce

En este año 2010 en el que México celebra el Bicentenario de su Independencia, así como el Centenario de la Revolución Mexicana de 1910, tal vez no haya nada mejor ni más apropiado que evocar un poema compuesto cien años atrás por Amado Nervo, poeta excelso de México que no necesita de introducción alguna, y el cual tiene por título “La Raza de Bronce”, poema que que fue dado a conocer por su autor en persona por vez primera ante la Cámara de Diputados en 1902 en un evento celebrado en memoria y honor de Don Benito Juárez, el Benemérito de las Américas, poema que bien podría ser adoptado hoy por otros pueblos de habla hispana del continente americano que se precian de su legado histórico y la esencia misma de su nacionalismo.




La raza de bronce
Amado Nervo, 1902

I
 
Señor, deja que diga la gloria de tu raza,
la gloria de los hombres de bronce, cuya maza
melló de tantos yelmos y escudos la osadía:
!oh caballeros tigres!, oh caballeros leones!,
!oh! caballeros águilas!, os traigo mis canciones;
!oh enorme raza muerta!, te traigo mi elegía.

II

Aquella tarde, en el Poniente augusto,
el crepúsculo audaz era en una pira
como de algún atrida o de algún justo;
llamarada de luz o de mentira
que incendiaba el espacio, y parecía
que el sol al estrellar sobre la cumbre
su mole vibradora de centellas,
se trocaba en mil átomos de lumbre,
y esos átomos eran las estrellas.
Yo estaba solo en la quietud divina
del Valle. ¿Solo? ¡No! La estatua fiera
del héroe Cuauhtémoc, la que culmina
disparando su dardo a la pradera,
bajo del palio de pompa vespertina
era mi hermana y mi custodio era.
Cuando vino la noche misteriosa
—jardín azul de margaritas de oro—
y calló todo ser y toda cosa,
cuatro sombras llegaron a mí en coro;
cuando vino la noche misteriosa
—jardín azul de margaritas de oro—.
Llevaban una túnica espledente,
y eran tan luminosamente bellas
sus carnes, y tan fúlgida su frente,
que prolongaban para mí el Poniente
y eclipsaban la luz de las estrellas.
Eran cuatro fantasmas, todos hechos
de firmeza, y los cuatro eran colosos
y fingían estatuas, y sus pechos
radiaban como bronces luminosos.
Y los cuatro entonaron almo coro...
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro.

III

Ante aquella visión que asusta y pasma,
yo, como Hamlet, mi doliente hermano,
tuve valor e interrogué al fantasma;
mas mi espada temblaba entre mi mano.
—¿Quién sois vosotros, exclamé, que en presto
giro bajáis al Valle mexicano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.
—¿Qué abismo os engendró? ¿De qué funesto
limbo surgís? ¿Sois seres, humo vano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.
—Responded, continué. Miradme enhiesto
y altivo y burlador ante el arcano.
Tuve valor para decirles esto;
¡mas mi espada temblaba entre mi mano...!

IV

Y un espectro de aquéllos, con asombros
vi que vino hacia mí, lento y sin ira,
y llevaba una piel sobre los hombros
y en las pálidas manos una lira;
y me dijo con voces resonantes
y en una lengua rítmica que entonces
comprendí: —«¿Que quiénes somos? Los gigantes
de una raza magnífica de bronces.
»Yo me llamé Netzahualcóyotl y era
rey de Texcoco; tras de lid artera,
fui despojado de mi reino un día,
y en las selvas erré como alimaña,
y el barranco y la cueva y la montaña
me enseñaron su augusta poesía.
»Torné después a mi sitial de plumas,
y fui sabio y fui bueno; entre las brumas
del paganismo adiviné al Dios Santo;
le erigí una pirámide, y en ella,
siempre al fulgor de la primera estrella
y al son del huéhuetl, le elevé mi canto.»

V

Y otro espectro acercóse; en su derecha
levaba una macana, y una fina
saeta en su carcaje, de ónix hecha;
coronaban su testa plumas bellas,
y me dijo: —«Yo soy Ilhuicamina,
sagitario del éter, y mi flecha
traspasa el corazón de las estrellas.
»Yo hice grande la raza de los lagos,
yo llevé la conquista y los estragos
a vastas tierras de la patria andina,
y al tornar de mis bélicas porfías
traje pieles de tigre, pedrerías
y oro en polvo... ¡Yo soy Ilhuicamina!»

VI
Y otro espectro me dijo: —«En nuestros cielos
las águilas y yo fuimos gemelos:
¡Soy Cuauhtémoc!  Luchando sin desmayo
caí... ¡porque Dios quiso que cayera!
Mas caí como águila altanera:
viendo al sol, y apedreada por el rayo.
»El español martirizó mi planta
sin lograr arrancar de mi garganta
ni un grito, y cuando el rey mi compañero
temblaba entre las llamas del brasero:
—¿Estoy yo, por ventura, en un deleite?,
le dije, y continué, sañudo y fiero,
mirando hervir mis pies en el aceite...»

VII
Y el fantasma postrer llegó a mi lado:
no venía del fondo del pasado
como los otros; mas del bronce mismo
era su pecho, y en sus negros ojos
fulguraba, en vez de ímpetus y arrojos,
la tranquila frialdad del heroísmo.
Y parecióme que aquel hombre era
sereno como el cielo en primavera
y glacial como cima que acoraza
la nieve, y que su sino fue, en la Historia,
tender puentes de bronce entre la gloria
de la raza de ayer y nuestra raza.
Miróme con su límpida mirada,
y yo le vi sin preguntarle nada.
Todo estaba en su enorme frente escrito:
la hermosa obstinación de los castores,
la paciencia divina de las flores
y la heroica dureza del granito...
¡Eras tú, mi Señor; tú que soñando
estás en el panteón de San Fernando
bajo el dórico abrigo en que reposas;
eras tú, que en tu sueño peregrino,
ves marchar a la Patria en su camino
rimando risas y regando rosas!
Eras tú, y a tus pies cayendo al verte:
—Padre, te murmuré, quiero ser fuerte:
dame tu fe, tu obstinación extraña;
quiero ser como tú, firme y sereno;
quiero ser como tú, paciente y bueno;
quiero ser como tú, nieve y montaña.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un gujarro; ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!.

VIII

Y hablaron tus labios, tus labios benditos,
y así respondieron a todos mis gritos,
a todas mis ansias: —«No hay nada pequeño,
ni el mar ni el guijarro, ni el sol ni la rosa,
con tal de que el sueño, visión misteriosa,
le preste sus nimbos, ¡y tu eres el sueño!
»Amar, ¡eso es todo!; querer, ¡todo es eso!
Los mundos brotaron el eco de un beso,
y un beso es el astro, y un beso es el rayo,
y un beso la tarde, y un beso la aurora,
y un beso los trinos del ave canora
que glosa las fiestas divinas de Mayo.
»Yo quise a la Patria por débil y mustia,
la Patria me quiso con toda su angustia,
y entonces nos dimos los dos un gran beso;
los besos de amores son siempre fecundos;
un beso de amores ha creado los mundos;
amar... ¡eso es todo!; querer... ¡todo es eso!»
Así me dijeron tus labios benditos,
así respondieron a todos mis gritos,
a todas mis ansias y eternos anhelos.
Después, los fantasmas volaron en coro,
y arriba los astros —poetas de oro—
pulsaban la lira de azur de los cielos.

IX

Mas al irte, Señor, hacia el ribazo
donde moran las sombras, un gran lazo
dejabas, que te unía con los tuyos,
un lazo entre la tierra y el arcano,
y ese lazo era otro indio: Altamirano;
bronce también, mas bronce con arrullos.
Nos le diste en herencia, y luego, Juárez,
te arropaste en las noches tutelares
con tus amigos pálidos; entonces,
comprendiendo lo eterno de tu ausencia,
repitieron mi labio y mi conciencia:
—Señor, alma de luz, cuerpo de bronce.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un gujarro; ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!.
Tú escuchaste mi grito, sonreíste
y en la sombra infinita te perdiste
cantando con los otros almo coro.
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro...

Asunción Silva: Los maderos de San Juan

Muchos recordarán, de cuando eran ninos en edad escolar, jugando a la hora del recreo en la escuela, haber entonado alguna vez aquella canción  “- Aserrin, aserrán, los maderos de San Juan. Piden pan, no les dan, piden queso....”. Aquellos inocentes versos – con seguridad más inocentes que muchos que hoy se entonan – eran comúnes en los juegos escolares de otras épocas no tan lejanas antes de la llegada de los discos DVD y el Internet.

Aserrín aserrán es una vieja canción popular española propia de la noche de San Juan (que se conmemora un día como hoy - en vísperas del 24 de junio) y que acompaña a un juego que se realiza entre niños y adultos mientras las hogueras son encendidas) y que acompaña un juego que se realiza con los niños pequeños. Esta vieja canción forma parte de una tradición española, pero en su forma más conocida en Latinoamérica, en su versión más popular, nos viene de la pluma de un gran poeta colombiano José Asunción Silva nacido en 1865, uno de los más importantes escritores de la primera generación de escritores modernistas. El poema en sí es una curiosa mezcla de poesía en dos métricas, el cual transmite la angustia velada que pueda sentir cualquier padre o cualquier abuelo cuando juega con sus niños pensando en lo qué será de ellos y en lo que les pueda deparar la vida, dándonos a entender la importancia de disfrutar el presente mientras haya un presente que se pueda apreciar y disfrutar en compañía de algún ser querido, porque el mañana nunca sabemos lo que nos traerá.
 
Los maderos de San Juan
José Asunción Silva

¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Los de triqui,
triqui, tran!

Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño,
y ambos agitados y trémulos están;
la abuela le sonríe con maternal cariño,
mas cruza por su espíritu como un temor extraño,
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño,
los días ignorados del nieto guardarán.

Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan.
¡Triqui, triqui,
triqui, tran!

Esas arrugas hondas recuerdan una historia
de sufrimientos largos y silenciosa angustia,
y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia,
y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron
de cosas y seres que nunca volverán.

Los de Roque, alfandoque
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,
lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,
del nieto a la memoria, con grave son que encierra
todo el poema triste de la remota infancia
cruzando por las sombras del tiempo y la distancia,
¡de aquella voz querida las notas vibrarán!

Los de Rique, alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño,
y ambos conmovidos y trémulos están;
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño,
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño,
los días ignorados del nieto guardarán.

¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Los de triqui,
triqui, tran!